Con tantos problemas como hay hoy, tanto odio, tanto egoísmo, tanto desamor; qué suerte tener fe, qué suerte pensar y saber que Dios me ama; que, a pesar de todo, me ama a mí también.
Gracias quiero darte por amarme.
Gracias quiero darte yo a ti, Señor.
¡Hoy soy feliz porque te conocí!
¡Gracias por amarme a mí también!
En momentos de dificultad, puede parecernos a veces, que nadie nos hace caso, que no le importamos a nadie, que nadie nos quiere, que ¡no nos aguanta ni nuestra madre¡ Qué suerte saber que tengo un amigo, un gran amigo, con el que puedo contar, con el que puedo desahogarme y que siempre me escucha.
¡Es una suerte tener fe!
Pero, además, esto se queda tejas abajo y mi vida es otra cosa. Yo solo estoy preocupado, preocupada, de ser feliz aquí: tener trabajo ya que no soy rico, que si lo fuera, mejor; no tener problemas, que alguien me quiera; tener salud, dinero y amor. ¡Y divertirme mucho! ¡Problemas ninguno!
Pero, aunque tuvieras todo eso: un día ¡vas a morir! Quizá cuando menos lo pienses.
Esa es la alegría de Lourdes: No la voy a hacer feliz aquí, pero sí en la otra vida.
¡Hay otra vida! Es decir, que la vida no se acaba con la muerte, continúa en otra dimensión. Y puede ser una vida feliz.
A Lourdes vamos a ver a la Virgen, porque sabemos que allí hace muchos milagros. Y vamos a pedirle salud, trabajo, esperanza para vivir, solución de cualquier problema. Eso está bien, porque la Virgen escucha a muchos, pero Lourdes es mucho más y mucho más importante.
- Tenemos fe. Nos la han transmitido nuestros mayores, pero a Dios no lo hemos visto nunca ni hemos oído nunca su voz. ¡Qué suerte tener una prueba de que todo es verdad!
- El mensaje de Lourdes es importantísimo: La vida continúa, se transforma, no se acaba. No importa la muerte, porque la haré feliz en la otra vida. La otra vida, lo que llamamos Cielo.
La Señora no era una vecina de Lourdes; aparecía y desaparecía; tenía una belleza especial y tenía poder.
¿Dónde vive esa Señora? En la otra vida, en la otra dimensión de la vida. La otra vida es para mí la parte principal del mensaje.
- Pero hay otra parte del mensaje tan importante como este: La haré feliz. Ser feliz en la otra vida. Eso sí que está completo. Eso es algo que queremos todos.
Por eso, más importante que pedir cosas materiales, es ir a pedirle a la Virgen que nos descubra su misterio; que nos ayude a alcanzar esa vida feliz; que nos enseñe el camino.
Porque la Virgen no es una “curandera”, como no lo era Jesús. La Virgen cura muchas veces para hacernos caer en la cuenta a nosotros, que somos tan despistados y solo vemos lo que tenemos delante de las narices, que tras la muerte hay una vida que puede ser feliz para nosotros.
Eso sí que vale la pena pedirlo, buscarlo y trabajar por alcanzarlo.
Tú nos dijiste que la muerte no es el final del camino.
Que, tras la muerte, la vida cobra su pleno sentido.
Tú nos hiciste; tuyos somos; nuestro destino es vivir
siendo felices contigo, sin padecer ni morir.
¡Y en compañía de nuestros seres queridos!
“El Cielo es contemplar a Dios”, hemos oído. Y algunos dicen: pues ¡qué aburrido! El Cielo es el conjunto de todos los bienes sin mezcla de mal alguno. Y San Pablo (1Cor 2,9) dice: “ni ojo vio, ni oído oyó, ni mente humana puede imaginar lo que Dios tiene preparado para los que le aman”.
Eso es lo más importante de Lourdes. Lo que la Virgen vino a confirmarnos: ¡Hay otra vida en la que podemos ser plenamente felices! ¡Es una suerte tener fe! En Lourdes la Virgen nos lo recuerda.